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Las levas del Adalid

Historia y Costumbres

El Santo Oficio.

El Santo Oficio. El poder que Dios ha puesto en mis manos basta para anquilar en el acto a cualquier enemigo de la Santa Madre Iglesia y de su Católica Majestad el rey de las Españas.

Mi nombre es Fray Emilio Bocanegra, presidente del Santo Tribunal de la Inquisición y presidente del Consejo de los Seis Jueces. Sepan los que por aquí se encuentran que tengo los ojos puestos en este mentidero y no dudaré en perseguir a cualquier enemigo de la Santa Madre Iglesia, sea hereje,sodomita, cristiano nuevo o asquerosos campesinos con sus ritos paganos.

Enfrentarse con el brazo largo y temible del Santo Oficio supone, con toda seguridad, la hoguera en la Plaza Mayor en caso de que no se reconzca su herejía, o el garrote en caso de que se reconzca.

No lo olviden, los ojos del Todopoderoso llegan a todos los rincones.

Fray Emilio Bocanegra
Inquisidor fanático

Situación en estos lares.

Situación en estos lares. Como vuestras mercedes parecen andar un poco despistados, muy gustosamente les comentaré como están las cosas en los tiempos de nuestro señor Felipe IV.

En el siglo XVII España es un imperio donde nunca se pone el Sol, aunque poco le queda... El rey, joven y con poca personalidad, se deja aconsejar por personas que no siempre velan por los inetreses de nuestra gran nación. El dinero se destina todo a la guerra contra los herejes que intentan imponernos la falsa religión, mientras en las ciudades la gente no tiene que comer y los soldados venden su acero al mejor postor.

En esta España inútil y pobre, el honor es más valioso que nuestra propia vida y una afrenta contra nuestro honor significa duelo inmediato, a primera sangre, a segunda sangre o a muerte, según la osadía del pobre infeliz.

Recuerden v.m. que no hay mayor insulto para un hidalgo que alguien le trate de vos, que más de una guerra se ha librado porque uno llamó al otro señoría en vez de excelencia, y el otro vuesamerced en vez de señoría.

Pero no se asusten vuesas mercedes que quien no busca no encuentra, y cuando se trata de encontrar dos palmos de acero entre las costillas, mejor que siga oculto. Así pues, les recomendaría que no se metieran en bregas innecesarías, que los sanadeores y hechiceros no son muy comunes en estas tierras, y el que se queda tuerto, manco o cojo, es para toda la vida. Recuerden, una hoja de acero iguala al hombre humilde con el más alto monarca.

Francisco de Quevedo y Villejas
Escritor y espía.